Los días, las horas, el cuerpo

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A QUIEN MADRUGA DIOS LO AYUDA, REZA EL DICHO, REPETIDO TANTAS VECES EN NUESTRA CULTURA DE LAS BUENAS COSTUMBRES. MADRUGAR POR ESTOS DÍAS, LUEGO DEL”CAMBIO DE HORA “, NOS IMPLICA, SIN DISTINGOS, “SACRIFICAR“ HORAS DE SUEÑO, PARA LOGRAR, PAULATINAMENTE, MÁS HORAS DE LUZ SOLAR. “TRAUMÁTICO“, PARA ALGUNOS, LEVE PARA OTROS, PERO, ¿QUÉ HAY DETRÁS DE ESTA PRÁCTICA TAN INSTALADA EN NUESTRA SOCIEDAD?

Ahora, ¿Por qué el día tiene 24 horas? Recurramos a un poco de historia:

El hombre, desde tiempos inmemoriales, ha necesitado dimensionar el paso del tiempo, estableciendo convenciones para regular o normar el paso de las horas. En el antiguo Egipto, por ejemplo, donde “ la noche se cernía al cerrar los ojos el faraón”, un día tenía 12 horas, otorgando una hora para el amanecer, otra para el atardecer, y las 10 restantes para el día de luz, siendo la noche dividida en otras 12 horas. Pero serían los griegos quienes, necesitados de un sistema regular para realizar sus cálculos, decretarían la división del día en 24 horas. Este sistema cobraría una nueva fuerza cuando se inventaron los relojes mecánicos, en la Europa del siglo XIV.  Se trata, desde siempre, de medir un ciclo regular para así poder medir también el tiempo.

En la era de la revolución industrial, esta convención tendría su  mayor defensor en los propios propulsores de la productividad del hombre, los industriales, llegándose a la exacerbación y abuso de los trabajadores, quienes debían “rendir “al máximo las horas en cada jornada de trabajo. De modo que la explotación  del hombre también ha hecho lo suyo en esta exageración por el control del tiempo.    Recordemos que nuestro día productivo (al menos nominalmente) se divide en tramos de 8 horas por cada día de la semana. Con esto llegamos a que el hombre occidental moderno mide su “día”, más que según el recorrido solar y lunar, en horas productivas, es decir, en horas de trabajo.

Hablamos  incluso de “24/7“ para referirnos a personas abnegadas que dedican su tiempo completo a alguna actividad, pasión o responsabilidad. 24 horas en 7 días, una semana a la que se le “estrujan” las horas. Todo ello pertenece al mundo del tiempo cosmológico, el tiempo físico,  y objetivo, el que podemos medir, pero, y ¿qué hay del otro tiempo?, el tiempo psicológico, el que tiene que ver con la experiencia misma, y es muy distinto al cosmológico, ya que es subjetivo y a una escala “cósmica”, por lo tanto lejano para el ciudadano común.

Ahora, y si consideramos el reloj biológico del hombre, ¿qué tiene que ver con esta división de una jornada en 24 horas,  1440 minutos, y 86.400 segundos? Nuestro organismo físico, acaso, ¿está diseñado para esos números?

EL oro del tiempo

Que  “el tiempo es oro…”  se ha sabido desde siempre; seguramente  serían los empresarios quienes acuñaron este dicho, extrayendo al día las horas productivas más que las horas para el espíritu o el ocio. La puntualidad por ejemplo, considerada un valor, ha sido incorporada, seguramente, desde que el hombre valora el tiempo, o más bien  “ su “ ( sentido de propiedad )  tiempo como un bien más.

Por otro lado, no es menos cierto que quien practica la puntualidad, está respetando no sólo sus propios tiempos, sino también los tiempos del otro, incorporando un sentido de otredad en sus prácticas cotidianas…”espíritu cívico”, dirían algunos.

Y los tiempos del ocio? ¿En qué lugar quedan en medio de la vida exacerbad amenté regulada y delimitada? El ocio, un bien que  cada día se constituye en más preciado en los países desarrollados, avanzando a jornadas laborales cada vez más cortas, en nuestro entorno social es aun proclive a encomiar a quienes más horas dedican al trabajo diario, como un nuevo bien a “acumular”…el “tiempo”.

Sincronía del cuerpo con el tiempo

Varios son los relojes del cuerpo, siendo nuestro «reloj» clave el llamado » núcleo supraquiasmático» (NSQ), que, desde  el hipotálamo dirige y coordina, cual director de orquesta,  a todos los demás  relojes, los que regularían el funcionamiento de nuestros distintos órganos, cada día.

El ritmo biológico, o ciclo circadiano del cuerpo, es día a día desincronizado, al no coincidir con los tiempos socialmente impuestos, generándose verdaderos perjuicios para nuestra salud, especialmente en las funciones metabólicas, tan claves para una vida saludable. Recientes estudios aseveran que incluso una sincronía ciclo circadiano con hábitos de trabajo y ocio, bien podría evitarnos complicaciones como la diabetes, la obesidad y otras al sistema inmunológico.

De modo que si avanzamos a familiarizarnos con las bondades de poner en concordancia nuestra componente social con la orgánica, nos acercaremos a  alinear los tiempos del  cuerpo y la mente ( no en vano los romanos antiguos rezaban mens sana in corpore sano ) y tal vez, con ello, también, daremos unos pasos cerca de la felicidad.

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