Depresión y Género : ¿Fragilidad Masculina?

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LA INVESTIGACIÓN Y LA EXPERIENCIA CLÍNICA EVIDENCIAN QUE LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO NO SÓLO IMPACTAN A LAS MUJERES, SINO QUE EL HOMBRE TAMBIÉN SE VE PRESIONADO POR LOS ESTÁNDARES ESPERADOS PARA SU GÉNERO, SIENDO UNA DE ESTAS ESFERAS LA EXPERIENCIA EMOCIONAL.

Se ha observado que tanto los discursos hegemónicos, las representaciones sociales y culturales, la situación interpersonal, histórica y política, e incluso el estilo de crianza impactan en la expresión emocional de hombres y mujeres. Entenderemos esta expresividad de género como el “conjunto de creencias y representaciones de cómo se espera que actúen hombres y mujeres” (Paladino y Gorostiaga, 2004, p. 1) y considerando dos dimensiones fundamentales: la interna (experiencia subjetiva, como lo son las emociones y sentimientos) y la externa (manifestación visible de ellas, como la conducta) (Paladino y Gorostiaga, 2004).

De acuerdo a la práctica clínica de las autoras de este artículo, se visibiliza que los hombres tienden a somatizar los síntomas depresivos (a través de dolencias físicas) y por tanto, acuden primero al área de medicina, invisibilizando el malestar emocional que yace en la raíz.

Explorar la expresividad emocional de los hombres permitirá al psicoterapeuta conectar esta manifestación con la experiencia emocional y así conocer cómo presentan la sintomatología depresiva, permitiendo realizar una intervención eficaz.

Deberíamos preguntarnos entonces, ¿existe una fragilidad masculina o sólo es un problema (universal) de los estereotipos de género construidos por la sociedad y cómo ésta, pretende que los hombres visibilicen su expresividad emocional?

Esta pregunta surge a raíz de la labor clínica de las autoras, donde se logra vislumbrar en los respectivos lugares de atención la baja demanda espontánea del género masculino, además al momento de hacerlo y con el transcurrir de la evaluación, se evidencia que el motivo de consulta manifiesto (que frecuentemente se trata de problemas en el trabajo, desmotivación, conflictos al interior de la pareja o familia) resulta ser algo diferente al latente (irritabilidad, agresividad, tristeza, sentimientos de culpa e inferioridad, entre otros asociados a sintomatología depresiva).

 

¿Existe fragilidad masculina?

Es importante introducirnos en este tema desde el enfoque de género, donde se identifican dos conceptos que se hacen necesarios distinguir: el de sexo y género. En relación a éstos, Ramos (2014) señala que “el sexo se refiere a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, y que el género, a su vez, alude al significado social construido en torno a dichas diferencias en contextos históricos particulares” (p. 275).

Tal como mencionan Paladino y Gorostiaga (2004) “desde la infancia a los varones y a las mujeres se les enseñan lecciones muy distintas acerca de cómo expresar las emociones” (p. 1), uno de los aprendizajes es que hay ciertas emociones que son asociadas (y de hecho más apropiada) a cierto género, por ejemplo, tanto la tristeza como el miedo están más vinculadas a lo femenino mientras que el enojo y la ira son atribuidos a los varones (Paladino y Gorostiaga, 2004). Por lo tanto, para el género masculino se normalizará la expresión de rabia, pero ocurriría lo contrario con la tristeza y miedo.

Lo comentado en el párrafo anterior ha sido observado transversalmente en el ejercicio clínico de las autoras, donde se puede ejemplificar con el caso de un paciente de 24 años de edad, estudiante de último año de educación superior, quien consulta por consumo problemático de alcohol y el conflicto generado hacia las personas que viven con él (padres y hermana). Luego de la evaluación, se logra determinar que el paciente presenta sintomatología asociable a desmotivación, autorreproches, autoestima descendida, anhedonia y una profunda desazón que responden al hecho de que no cumple con las expectativas de su padre. Esta reflexión surge de la experiencia subjetiva del paciente quien percibe y asume que su padre piensa que “no es tan hombre” al ser “demasiado sensible” y al “necesitar conversar acerca de lo que siente”. Para luego verse a sí mismo bebiendo alcohol en exceso y así tener el valor de expresar a su familia, entre lágrimas, lo que ha estado atravesando en su interior, situación que le provoca mucha culpa por la expresión inadecuada de los afectos que se manifiestan siempre bajo los efectos del alcohol. De acuerdo a la visión del paciente, se podría hipotetizar que el progenitor se rige bajo el constructo sociocultural imperante en los roles de género.

En dicho caso, el paciente intelectualmente cuenta con muchas herramientas cognitivas que le permiten tener un excelente rendimiento académico en su carrera, sin embargo, falla en el área emocional por sus sentimientos de inferioridad de acuerdo a lo que es socioculturalmente visto como una “emocionalidad masculina”. Con respecto a esto Daniel Goleman (2012) plantea que un sujeto puede contar con un alto coeficiente intelectual, pero si su inteligencia emocional se encuentra descendida es poco probable que alcance el éxito que persigue.

De acuerdo a la literatura, se evidencia que la cantidad de hombres que asiste a psicoterapia es menor que de las mujeres, y referente a esto, Benedicto (2018) indica que “el diagnóstico de la depresión es entre dos y cuatro veces más frecuente en mujeres que en hombres” (p. 618), entendiéndose entonces que el género femenino acostumbra más a consultar por su salud mental cuando experimenta sintomatología depresiva que el masculino. ¿Significa esto que la mujer se enferma más que el hombre? Según Paladino y Gorostiaga (2004) mencionan que “Johnson y Shulman constataron que los hombres y las mujeres creen que difieren más en la manifestación emocional externa que en la intensidad de la experiencia subjetiva” (p. 4). Por lo tanto, la distinción podría estar más en la expresión de tristeza que en cómo o cuánto se siente. De ser así, existiría la posibilidad de que haya un número significativo de hombres que padece depresión y no solicita ayuda psiquiátrica o psicoterapéutica, contrario a lo presentado en la Encuesta Nacional de Salud (2016 – 2017), donde se exhibe el hecho de que el 10,1% de sujetos con depresión son mujeres y sólo el 2,1% son hombres.

Por otra parte, Ramos (2014) menciona que “en general pareciera que las mujeres son más vulnerables a que su salud mental resulte afectada por ciertos factores sociales, aunque también cabe la posibilidad de que los hombres sub-reporten problemas de salud mental por su dificultad para buscar ayuda si los aqueja algún malestar emocional” (p. 275).

Teniendo en cuenta que, las veces que asisten a psicoterapia, se puede dar en contextos obligados o presentar un motivo de consulta referido, visualizándose escasa motivación para solicitar terapia psicológica de forma voluntaria, a raíz de la construcción sociocultural referida anteriormente. En esta misma línea se puede reflexionar que existen sesgos que no permiten realizar un diagnóstico de depresión adecuado. Ramos (2014) menciona que “se ha señalado que en ellos la depresión puede estar ‘escondida’ detrás de comportamientos adictivos y de riesgo, así como detrás de la irritabilidad e impulsividad” (p. 275).

 

Entonces… 

En este tenor, consideramos relevante el hecho de que la literatura e investigaciones recientes le otorgan un lugar al malestar subjetivo de los hombres, sin dejar de lado el sufrimiento psicológico también de las mujeres, poniendo el foco en el padecimiento humano y visibilizando que la depresión obedece principalmente a los mandatos de la cultura, entre otros factores.

En esta misma línea, se hace notar que no sólo se estaría reduciendo como sociedad el repertorio de la expresividad y comprensión emocional de los géneros, sino que los individuos también son castigados si expresan conductas que son “poco consistentes” con el rol que se les ha asignado, lo que los limitaría a generar instancias en las cuales puedan consultar respecto a su malestar psíquico y reconocerse como sujetos que experimentan sintomatología asociada a un trastorno del ánimo de tipo depresivo. Se puede concluir que es cínico criticar al sexo masculino por no tener una comprensión y conducta mucho más amplia de la expresividad emocional cuando la forma de comunicarnos es, en sí misma, un aprendizaje de la construcción sociocultural (Paladino y Gorostiaga, 2004).

Es por todo lo expuesto anteriormente que es necesario poder identificar al género masculino como sujetos que sienten y experimentan emociones no sólo relacionadas al enojo y a la ira, sino que también a la tristeza y miedo, lo cual permitiría limitar a asignar emociones de acuerdo al género. Así como también crear instancias de deconstrucción en relación al ámbito emocional y psicológico del hombre, quien, de acuerdo a la literatura y experiencia clínica de las autoras, pueden presentar sintomatología de índole depresiva. Lo anterior podría permitir que, desde la infancia, se pueda trabajar en relación a la inteligencia emocional permitiendo que los niños dejen de reprimir e inhibir emociones que hasta la actualidad son atribuibles al género femenino, previniendo a futuro: comportamientos agresivos, consumo de sustancias y la invisibilización del diagnóstico de depresión, entre otros (Benedicto, 2018).

 

Por :

  • Ps .Katherinne Aránguiz Alegría.
  • P.s Mª Jesús Littin Jadell.
  • Ps.Valentina Lara Pérez.
  • P.s Constanza Leiva Gómez.
  • Ps.Mª De Los Ángeles Salgado Luna.

 

Referencias Bibliográficas 
Benedicto, Clara. «Malestares De Género Y Socialización: El Feminismo Como Grieta.»   Revista De La Asociación Española De Neuropsiquiatría 38.134 (2018): 607-25. Web.
Encuesta Nacional de Salud Mental 2016 – 2017. Ministerio de Salud de Chile. [Fecha de Consulta 4 de Junio ​​de 2021]. Disponible en: https://www.minsal.cl/wp-content/uploads/2018/01/2-Resultados-ENS_MINSAL_31_01_2018.pdf
leman, D. (2012). El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos. España. Penguin Random House Grupo Editorial.
Paladino, C. y Gorostiaga, D. (2004). Expresividad emocional y estereotipos de género.
Ramos-Lira, Luciana (2014). ¿Por qué hablar de género y salud mental ?. Salud Mental, 37 (4), 275-281. [Fecha de Consulta 3 de Junio ​​de 2021]. ISSN: 0185-3325. Disponible en:   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58231853001
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