“El apoyo y acompañamiento psicológico son fundamentales en una UCI”

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EN REVISTA CONTACTO SALUD, QUISIMOS CONVERSAR CON VERÓNICA VARGAS ARAYA, DESTACADA PSICÓLOGA QUIEN SE DESEMPEÑA PROFESIONALMENTE COMO PSICO INTENSIVISTA DE LA UNIDAD DE PACIENTES CRÍTICOS POR COVID – 19 DEL HOSPITAL CLÍNICO DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE.

La epidemia se ha convertido en una carga psicológica para gran parte del personal médico y por cierto a los pacientes diagnosticados de COVID-19 que actualmente se encuentran en las UCI de nuestro país, ¿cómo realizas el proceso de triage o screening psicológico en la gestión inicial de los pacientes?

Actualmente, la demanda de evaluación psicológica, acompañamiento emocional o intervenciones puntuales según requerimiento, ha aumentado drásticamente; previo a la crisis sanitaria producto del SARS-CoV-2 contaba con una unidad de 12 camas UCI, y alrededor de 40 camas de Intermedio Médico, sin embargo, se ha triplicado el Servicio de Unidad de Pacientes Críticos, por lo tanto, también se ha triplicado la demanda de atención psicológica. Es por ello, que el análisis de urgencia es imprescindible, y para ello, organizo la demanda de manera diaria; cabe destacar que las interconsultas que recepciono a diario son derivaciones de mi equipo médico de intensivistas, ellos realizan la primera discriminación de necesidad de atención en sus pacientes, enviándome directamente la solicitud. Posteriormente, evalúo cada caso según prioridad, utilizando la clasificación P1 (Rojo), P2 (Amarillo) y P3 (Verde). La P1, son aquellos pacientes que por su estado emocional y vulnerabilidad vital (posibilidad de fin de vida), pueden beneficiarse inmediatamente de la asistencia psicológica, considerando a la vez la posibilidad de que se encuentran en riesgo o pueden poner en riesgos a los demás. La P2, son aquellos pacientes que también se benefician de atención psicológica pero en las que existe más autocontrol, tienen una perspectiva más realista de la situación y su vulnerabilidad vital se encuentra inestable, además de que no suponen un riesgo para sí mismo o para los demás. La P3, son pacientes que están afrontado la situación hospitalaria de manera más saludable, no suponen un riesgo para si mismos ni para los demás, con una adecuada canalización de emociones, y con una relativa estabilidad en términos de vitalidad. Es así como los organizo y voy respondiendo uno a uno las demandas de pacientes hospitalizados por COVID-19, realizando intervenciones al pie de la cama.

Entendiendo que el nivel de stress, ansiedad e incertidumbre de los pacientes que ingresan a la UCI es muy alto, ¿de qué manera el apoyo psicológico y profesional que brindas humaniza y atenúa dicha experiencia?

El apoyo y acompañamiento psicológico son fundamentales en una UCI, ya que los pacientes no sólo se enfrentan a la inestabilidad vital, sino que a la vez se enfrentan a la desorganización afectiva, cognitiva y conductual debido tanto a la patología de base como a la instancia misma de hospitalización prolongada. Si hablamos de la actual crisis provocada por la pandemia, esto se agrava aún más, ya que todo se ha visto presionado y llevado al límite, tanto la institución como los equipos, pacientes y familias. Bajo este escenario, es imprescindible proteger el trato humano, más aún cuando la interacción entre profesionales y pacientes se encuentra mediada por los elementos de protección personal, los cuales impiden la lectura de la comunicación corporal y gestual, tan importantes a la hora de ofrecer contención y demostrar compasión.

Cuando hablo de la Humanización de los cuidados del paciente crítico, me refiero a considerarle en todo su amplio aspecto, desde el trato por su nombre, hasta la protección de sus deseos anticipados, el favorecer el contacto temprano con su familia al lograr estado de vigilia posterior a una sedación prolongada, o proporcionar acompañamiento espiritual si se encuentra en proceso de fin de vida, es decir, falleciendo.

Así mismo, al llegar a conocer al paciente, se puede rescatar sus deseos, así como el tomarle la mano en momentos de mayor temor. Si bien la familia es el principal sostén afectivo de todos y todas nuestras pacientes, hoy esa labor ha quedado relegada al personal de salud, de nosotros depende que las personas no desesperen, encuentren paz y tranquilidad durante el mes que aproximadamente se encuentran con nosotros y logren sostener la angustia de la incertidumbre de transitar entre la vida y la muerte.

Sufrir la muerte de un familiar por COVID-19 resulta especialmente doloroso. ¿Cómo viven este proceso los familiares directos y qué implicancias tiene el despedirlos con medidas sanitarias en extremo restrictivas?

El proceso de fin de vida en términos generales es un proceso doloroso para algunos y sorpresivo para otros, no obstante la realidad nos ha brindado aún mayores desafíos, los cuales hemos tenido que aprender a sobrellevar rápidamente.

Antes de la crisis sanitaria, cuando un paciente se encontraba decantando en términos de salud e impresionando que no lograría sobrevivir, llamábamos a la familia y ellos podían ingresar a la UCI con toda la flexibilidad que la situación amerita, con el fin de que puedan acompañar a su familiar durante la transición hacia la muerte. Mi rol era acompañar a la familia en la unidad del paciente pero adquiriendo un rol secundario, ya que es importante favorecer que entre ellos logren configurar una red de contención. Hoy sin embargo no podemos realizar nuestro protocolo; contamos con medidas de control sanitario que impiden la flexibilidad de las visitas, así como el acompañamiento físico permanente en caso de posible fallecimiento.

Es así como, cuando el declive de salud ocurre sorpresivamente, acompaño al paciente y me contacto con la familia para brindarles el primer sostén afectivo, prepararlos para lo que deberán afrontar. Esto, es vivido con mucho dolor, angustia e incluso incredulidad por parte de ellos, ya que la realidad no logra concretarse al no tener la evidencia visual de la situación, es decir, al no ver a su familiar. El mundo simbólico o de las ideas no es suficiente; es necesario concretar la situación más allá de la palabra proporcionada por médicos y la frase “no lo logrará, no respondió al tratamiento y sus pulmones están muy dañados, ya no responden”. El llanto se apodera del grupo familiar y no hay contención que sea efectiva, sólo demostrar compasión y deseos de proporcionarles un abrazo, así como asegurarles que su familiar no sufre en ninguna esfera, y que está acompañado en todo momento.

Por otra parte, cuando la pérdida de vitalidad es gradual, podemos preparar a dos o tres integrantes de la familia del paciente para una última visita, protegiéndolos con todos los elementos de protección personal, con el fin de favorecer la expresión de rituales íntimos, conciliar situaciones inconclusas y expresar amor. Mi rol en esta situación es preparar a la familia de la imagen que tendrán que enfrentar, como son las vías de administración de tratamientos, los conductos de ventilación, sondas de alimentación y recolección y sonidos de equipos de soporte, pero con la seguridad de encontrarse con un rostro en paz. Es un momento muy íntimo, de conexión profunda y atravesada por el dolor.

A la luz de tu experiencia, ¿Cómo se puede apoyar a las personas, en momentos en que el aislamiento y la distancia social son requisitos para superar esta pandemia y en que un abrazo o un gesto físico de afecto  puede ser medio de contagio?

El apoyo pasa por hacer sentir al otro que se encuentra en nuestros pensamientos, que estamos preocupados por ellos y deseamos un encuentro con ellos. Si bien el distanciamiento es físico, no tiene por qué ser social, eso quiere decir que, podemos evitar la presencia, el abrazo, pero podemos favorecer el contacto a través de otras vías, como por ejemplo el uso de la tecnología. La demostración de afecto, va más allá de lo físico, y se relaciona con la constancia y frecuencia de encuentros emocionales, haciéndoles saber a los demás cuánto los extrañamos, cuánto los queremos y que están presentes en todo momento para nosotros.

Finalmente, ¿Qué ha significado para ti, en lo humano y lo profesional estar en la  primera línea de esta crisis sanitaria inédita en Chile?

En un comienzo, sentí temor principalmente por mi familia; si bien podía enfermarme, más me preocupaba el hacer extensivo este contagio a mis seres amados. Cuando me tocó atender mi primer paciente con diagnóstico COVID-19, sentía que el uso de mascarilla, antiparras más escudo facial dificultada mi respiración, no me dejaba observar con claridad y pensaba en no cometer ningún error de procedimiento. Estuve con él por 30 minutos al pie de su cama, conversando sobre sus dificultades y ansiedades. Logramos resolver la situación. Cuando ya comencé a atender más seguido, mis temores fueron disminuyendo, así pasaron meses y me di cuenta que, si era rigurosa con los cuidados, podía continuar apoyando a mis pacientes, y del temor, pasé al deseo de continuar, estar agradecida y sentirme orgullosa de poder, desde mi área, ser un aporte real en lo que significa ser parte de la primera línea en esta pandemia.

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