El potencial de estar aquí y ahora.

Coaching para cada día.

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DESPERTAR Y MIRAR EL CELULAR PARA DETENER LA ALARMA. Y, DESDE ESE MOMENTO, TENERLO A UN PAR DE CENTÍMETROS DE LA MANO DURANTE TODO EL DÍA. ESCUCHAR EN UN PASILLO EL RUMOR DE QUE LAS COSAS ANDAN MAL EN LA EMPRESA Y VAN A PASAR LA GUADAÑA. RESPONDER CON UN SÍ O UN NO SIN SIQUIERA HABER ESCUCHADO BIEN LA PREGUNTA.

En estas situaciones planteadas se me aparece algo en común. Lo que podríamos llamar popularmente estar distraído, o estar “en otra”. Yo lo llamaré “no estar presente”. La presencia es un lugar relacional desde el cual podemos realmente estar aquí y ahora. ¿Pero que implica este estar presente?

Lo primero que me parece importante es traer la distinción de que nuestra presencia se puede experimentar en una gran gama de matices, que van desde el completamente no estar, hasta el completo compromiso del que estoy siendo con mi entorno en el momento en que estamos. La presencia tiene varias dimensiones. Una, es el estar físicamente en un lugar. Esto es como cuando la profesora en el colegio pasaba la lista.

El hecho de ocupar un espacio en un tiempo determinado. Pero estar ocupando un espacio ya comienza por poner matices sobre la mesa. A través de mis sentidos, me conecto con el medio y lo percibo, lo siento.

Otra de las dimensiones, es la conexión con el momento. Esa aceptación del yo en el contexto. Y en tanto lo acepto, puedo convivir con él. A continuación, le sumamos la dimensión de la atención, la que podemos entender como la capacidad de sostenerse en alerta, en foco. Y finalmente, pero no menos importante, la disponibilidad, que planteo acá como la actitud de integrarse y confiar.

Visto así, el concepto de la presencia va tomando varios matices. Ya no se trata de responder “presente señorita” como si estuviéramos viendo la serie carrusel. Lo que nos trae el tema de mi estar presente, es entonces la capacidad de realmente estar físicamente, interactuando desde mis sentidos, conectado, aceptando el momento, con atención y disponibilidad. No suena simple.

Imagínate que llegas a hablar con tu pareja porque sientes que hay un tema importante que conversar. Sientes que han caído en la rutina y consideras que algo deben de hacer para revivir la llama del amor. Ahora imagina que el o ella no suelta el celular en toda la conversación, mostrando alguna que otra risa medio de lado al leer algún mensaje. ¿Cómo te sentirías?

¿Y recuerdas alguna vez en que le pediste a tus padres si podían jugar el domingo en la tarde y te dijeron que sí, pero luego no se acordaron? Ahora piensa cuantas veces no has estado realmente presente cuando tu pareja, tu hijo o una amiga se acercó a hablarte. Esa vez que no soltaste el celular o respondiste sin haber realmente escuchado la pregunta. ¿Cómo se sintieron ellos?

Es que la presencia es gran amiga de la escucha, y desde ahí puedo hacer algo que llamamos “dejar aparecer al otro”. Me encanta ese concepto: Dejar aparecer. Dicho al revés, si no estoy presente, no me permito ver o escuchar al que está al frente. Y en ese acto pierdo yo, pierde el otro, y pierde el vínculo.

En lo laboral, cuando los rumores dicen que hay personas que pueden ser desvinculadas, y eso llega a tener el poder de desconcentrarme de mis tareas, entonces puedo estar aportando a cumplir aquella profecía que me gustaría evitar. ¿Un antídoto? Presencia… y, desde ella, aprender lo que la organización hoy necesita.

Estar presente se relaciona con estar aquí y ahora. Entender que mi energía sigue a mi atención y me habilita para estar disponible para lo que tenga que hacer. Me permite salir del lado de la mesa que pide sólo ser servido, para ponerme al servicio de toda la mesa.

¿Se imaginan el potencial del mundo si aprendiéramos a estar presentes?

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