La tiranía de la felicidad.

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LA FELICIDAD ES UNA EMOCIÓN (Y NO UNA META) QUE DURA UN PAR DE MINUTOS O SEGUNDOS. SIN EMBARGO, HOY SE PLANTEAN COMO UN VALOR, EL SANTO GRIAL Y QUIEN NO CUMPLA CON ESTE VALOR ES “PORQUE NO QUIERE”.

¿Cuánta violencia podemos encontrar en esta imposición? A mi parecer, mucha, pues dejamos a las personas entre la espada y la pared; si no eres feliz es porque no quieres, tienes un  problema de carácter.  Evadir nuestras emociones displacenteras nos deja desprovistos de muchísima información relevante sobre nuestra persona. Saber qué nos da miedo o rabia está ligado a nuestros valores y desperdiciar esta información por una imposición social a ser feliz es una torpeza.

En concreto, debes sentirte culpable por no mirar lo bueno de lo malo. Lo tenemos tan arraigado que a veces nos sale del alma decir “bueno, pero al menos…”.  Y es así como nos vemos fingiendo para no dar explicaciones o anulando todo malestar como si fuera pecado.

Cuántas veces hemos transitado una depresión y nos preguntamos ¿cómo puedo estar así, si lo tengo todo?

La industria de la felicidad ha llegado a los rincones más inesperados con libros, cursos y gurús generosos en promesas que te sugieren que la pobreza o la riqueza, el éxito o el fracaso, o la salud y la enfermedad son sólo producto de nuestros propios actos, dejando de lado lo estructural, las circunstancias e ignorando que vivimos en una sociedad y en convivencia con el otro. En pocas palabras, no eres feliz porque no quieres, no te esfuerzas lo suficiente. Y te llenan la cabeza de fórmulas para ser feliz: medita, respira, ordénate, ¡agradece y ya está!

“Un mundo dualista y fragmentado, en el que no nos damos cuenta de que somos ecosistemas donde lo que le pase a unos afectará siempre a los otros“, decía Humberto Maturana.

Desde el paradigma neoliberal esto nos ha hecho competir por demostrar quién es más feliz y en eso las redes sociales han sido protagonistas y, en muchos casos, determinantes. Hoy los adolescentes las usan para demostrar quien la pasa mejor, con el consabido daño a la autoestima y aumento de ansiedad entre la población por no cumplir esos estándares.

 

 

Edgar Cabanas y Eva illouz en su libro Happycracia nos advierten: “La felicidad se ha convertido en algo fundamental en nuestras sociedades neoliberales es, sobre todo, porque está inextricablemente asociada a los valores individualistas”.

Y no solo ha entrado al área personal, sino también ha logrado contagiar a las empresas y organizaciones, donde se postula que, para sortear los vaivenes de la inestabilidad laboral y la precariedad de los trabajos, si no tienes una actitud positiva es altamente probable que sea tu problema y no que la organización tiene una pésima cultura o que los contextos laborales son adversos. Eres tú el problema. Se niega la posibilidad de estar triste o simplemente pasar un mal día.

¿Será tan así?, se preguntará usted.

Los números no mienten, en esta época donde el foco está en ser feliz, es cuando los registros de aumento de depresión y suicidios a nivel mundial ha crecido de manera abrumadora. El porqué es sin duda multifactorial, pero personalmente creo que este mandato de ser felices ha contribuido de manera importante a poner la atención en lo superfluo.

https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/depression

La felicidad es una construcción social de los últimos 40 o 50 años. Antes nadie se planteaba el objetivo de “ser feliz”, y creo que las personas vivían mejor.

La propuesta no es ser infeliz, sino más bien buscar un bienestar integral y comunitario, donde el foco esté en reconocer nuestros valores personales y comunes para construir desde allí una mejor sociedad.

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