La magia de poner límites.

Coaching para cada día.

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TODOS TENEMOS ESPACIOS QUE NOS SON PROPIOS Y QUE NO QUEREMOS QUE SEAN INVADIDOS O PASADOS A LLEVAR. ESTOS PUEDEN SER DISTINTOS EN EL CASO DE CADA PERSONA, PERO SIEMPRE ESTÁN AHÍ. SIN EMBARGO, NO SIEMPRE TENEMOS A MANO LAS HERRAMIENTAS PARA CUIDAR DE ESOS ESPACIOS DESDE LO QUE HOY ESTAMOS SIENDO. ¿CUÁLES PODRÍAN SER ESAS HERRAMIENTAS?

Se me vienen varios puntos relevantes, pero quiero partir por el aparentemente más simple. Decir NO. Claro, es que muchas veces nos encontramos en situaciones en que al parecer todos dependen de mi y aparece esa sensación de ¿Acaso nadie más podía hacer esto? ¿Por qué me piden todo a mí? Bueno, aprovechemos esa sensación y transformémosla en preguntas a responder. Sí, pregúntatelo. Es probable que alguien más hubiese podido, y es probable que se lo hayan pedido a otras personas. ¿Y sabes qué? Es probable que esas personas hayan dicho que no. O, en una de esas, todos se acostumbraron a que nunca te niegues a lo que te piden. Eres una supermujer, o un superhombre. Y eso a veces tiene un superpeso.

Declarar “no” nos acerca a dos cosas. La primera, es rechazar un pedido o una oferta. “¿Puedes quedarte hasta tarde hoy esperando que llegue el encargo?” Te preguntan en la oficina. “No puedo, tengo un tema personal a las 19 horas.” Lo básico de un pedido, es que puede ser respondido con un sí, o con un no. Y puedes usar ambas posibilidades. En segundo lugar, el “no” puede fijar un límite directo. Le puedes indicar a alguien “No quiero que vengas conmigo”, “No quiero que me estés controlando”. Desde ambos lugares, el NO dibuja una línea que de manera explicita le indica al otro hasta dónde puede llegar. Pero como todo acto poderoso, esta declaración existe para ser usada con criterio. Si le digo a todo que no, entonces probablemente me van a dejar de preguntar cosas. Ya no seré oferta válida para los otros.

Pero si no digo nunca que no, aparecerán esas agendas imposibles de cumplir, donde a veces pareciera que vivimos más para llenar expectativas de otros que para lograr lo que anhelamos.

Así como el lenguaje nos regala esta declaración, las emociones tienen también su manera de aproximarnos a los límites: La rabia. La emoción de la rabia es una emoción que tiene muy mala fama. Esto probablemente es porque la solemos relacionar con gritos y violencia. Pero esa no es la única manera de vivirla. Como todas las emociones, esta puede aparecer en diferentes intensidades y expresarse de tantas maneras como personas la puedan sentir. Lo importante acá es preguntarnos: ¿Qué me quiere decir la rabia? La rabia se relaciona con el juicio de que algo que me sucedió fue injusto, desde ese espacio viene la predisposición a decir ¡BASTA! Este es entonces el lugar desde el que es más posible poner límites. Si no me conecto con la rabia, no me conecto con mis límites.

Pero hay otra emoción que se puede relacionar con transgredir mis límites: La confianza. Volvamos a la idea del superpeso. Digamos que me encuentro organizando el aniversario de mis padres y no confío en que nadie haga las cosas como ellos se merecen. Sólo yo soy capaz. Luego, a minutos de que lleguen ellos a su fiesta me doy cuenta de que no han llegado las flores y le reclamo a todos porque soy la única persona preocupada del evento. Claro, puede aparecer el juicio de que todos se aprovechan de que yo lo voy a resolver. Y es probable que no vea que no haber confiado en los otros esté transgrediendo mis límites.

¿Por qué será entonces que muchas veces no tenemos a mano poner límites? A veces sentimos que estamos decepcionando a otros, o no confiamos en las capacidades de los otros, o simplemente creemos, que el decir que no, va a tener un costo en mis relaciones que no estoy dispuesto a asumir. Pero te invito a una última reflexión. ¿Qué costos ha tenido en tu vida no poner o respetar tus límites? Te la dejo. Tarea para la casa.

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